Castilla y León

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Opinión

Indulto Carpe Diem

14 junio, 2021 13:55

Desmond Tutú, obispo sudafricano, premio Nobel de La Paz, dijo con relación al terrible conflicto de su país que “Sin perdón no hay futuro”. Frase extrapolable a cualquier país y situación donde sea necesaria la pacificación de determinado conflicto político. Y, sin duda, el de Sudáfrica ha sido un ejemplo y un estímulo a tener en cuenta, si bien, ha tenido como otros similares unas características especiales, como eran la creación de Comisiones de la Verdad y la Reconciliación que, con nombres similares, pero con idéntico objetivo, se han creado en el mundo. Como mínimo 34 comisiones de la verdad, en 28 países distintos, desde mediados de los años 70 del siglo pasado y que prácticamente siempre utilizan el término “verdad” para definirlas.

Quizá, África sea el continente donde más comisiones de este tipo se han creado, y no es casualidad que ello haya sido así, ya que, como señala un especialista en la materia, John Carlin, el gran misterio de África es “la extraordinaria capacidad de bondad que existe al lado de toda esa miseria y esa violencia.

Y esa bondad se expresa, sobre todo, en la capacidad de perdón que tiene la gente”. Y añade Carlin que, a pesar de que el salvajismo es una constante en la especie humana, “los africanos son los únicos que parecen capaces de superar rencores, perdonar y olvidar. Mientras en los Balcanes donde todavía recuerdan con amargura batallas libradas en el siglo XIV, o en el País Vasco, o en Irlanda del Norte el revanchismo pugna sin cesar con la necesidad de reconciliación, en África están los ejemplos de Ruanda, donde hutus y tutsis viven en paz tras un genocidio en el que murieron casi un millón de personas, y Sudáfrica, donde la población negra perdonó a los blancos después haber sufrido siglos de indignidades racistas que rozaban la esclavitud”.

Y ¿cuál es la explicación de todo esto?

Para Carlin una de ellas es que la pobreza obliga a los africanos a ser prácticos “si lo que está en juego es la supervivencia, uno no puede permitirse el lujo de recrearse en los viejos agravios”. Sin embargo, considera que hay razones más profundas, como la que le dio a Carlin un preso en Pademba Road, la prisión de Sierra Leona que visitó para realizar el interesante reportaje donde lo cuenta. Este preso confirma la sensación de seguridad que hay en la prisión “nueve guardias sin armas, 1.300 presos y prácticamente ningún peligro,

¡África es asombrosa!”. 

Y ello, pesar de existir todo tipo de injusticias para con los presos atribuyéndoles incluso delitos que no habían cometido con condenas desmesuradas y juicios que se demoraban eternamente. La razón para dar una respuesta al enigma africano del perdón, “es que la gente, aquí, vive absolutamente en el presente. Olvidan el pasado, así que olvidan lo que sucedió. Y el futuro también tiene poco significado viven aquí y ahora, y nada más”. “Carpe Diem”.

Si todo esto es así y la historia de estos hechos es irrefutable, ¿Cómo en nuestra Cataluña, en la que por suerte no ha habido una sola víctima mortal en todo el llamado procés, no vamos a ser capaces de perdonar?

Además, los hechos son tozudos, y aunque los afectados han rechazado arrogantemente el indulto o perdón, que por supuesto no han pedido, ello me recuerda hechos similares, como, por ejemplo, el famoso indulto de Barrionuevo y Vera, que yo solicité e impulsé y que en un primer momento fue recibido con escepticismo, cuando no rechazo, por los citados afectados, que llegaron a decir, concretamente Barrionuevo “Nos queda la dignidad que no la perderemos, pidiendo el indulto”, y efectivamente no lo pidieron ellos, por eso lo pedimos nosotros y aunque hubo dudas de nuestra legitimación, al final el Tribunal Supremo la aceptó, pues yo recordé en mi artículo de El País de 10/09/98, la frase de Montero Ríos de que “El hombre siempre tiene para hacer el bien poder bastante de Dios”, ya que el indulto, desde siempre, ha sido un mecanismo democrático abierto, al margen de la voluntad del reo, exento de restricciones o de exigencias formalistas o incluso de la autorización del propio condenado.

Por otro lado, en el presente caso de los penados del procés, su rechazo inicial se está viendo atemperado, como ha sucedido con el destacado líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, que, en su carta hecha pública recientemente, ya manifiesta su contrición por la vía unilateral y la propuesta de diálogo y en cierto modo de reconciliación. Esto es, los criterios de las personas cambian y mucho, más si están sometidas a la tremenda presión de una condena que le ha llevado a la cárcel, ya que ésta nunca es buena consejera. Aunque también había que decir que esta declaración de Junqueras podía haberla hecho cuando el Tribunal le dio audiencia en el expediente del indulto y dio la callada por respuesta, prueba todo ello que las cavilaciones de los condenados y su entorno están en constante evolución.

Por supuesto que la vetusta Ley de Indulto de 1870 no es perfecta, pero como dijo también recientemente en una entrevista televisiva el expresidente González “Algo tendrá de buena cuando ha durado tanto”, ya que, además, hay que añadir que el indulto con esta Ley o con las anteriores, es de tiempo inmemorial y ha sido siempre y lo seguirá siendo una institución indispensable para corregir el rigor de las condenas judiciales. Prueba de ello es que el propio Código Penal faculta a estos tribunales para recomendar la concesión del indulto cuando la aplicación de la ley es demasiado severa “sed lex dura lex”. Ello demuestra que el indulto siempre ha sido y lo seguirá siendo, un bálsamo o lenitivo para las condenas excesivas.

En nuestra Constitución, el indulto lo concede formalmente el rey, tal como lo dispone el art. 62 i). Ello puede provocar alguna duda, ya que el rey en su discurso de fecha 3 de octubre de 2017, señaló, con gran rigor e incluso severidad, que los poderes del Estado tendrían que actuar ante la situación de insubordinación de los líderes independentistas catalanes ya que “Con sus decisiones han vulnerado de manera sistemática las normas aprobadas legal y legítimamente, demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado”. ¿Ha quedado el jefe del Estado contaminado para conceder el indulto? Entiendo que en absoluto, ya que dicho discurso fue anterior al juicio de los citados líderes y, además, la tramitación y propuesta del Gobierno es de obligada sanción para el rey.

Por último, hay un argumento más a favor de la concesión del indulto que no me resisto a señalar y es que, en el presente caso, la víctima de los delitos por los que los condenados lo han sido es el Estado, esto es, el pueblo español, y a éste le representa legítimamente el Gobierno de la Nación. Pues bien, si para sanar este trauma es necesario superar el quebranto producido por los victimarios, y nada mejor que el perdón para lograrlo.

Irene Villa, que perdió ambas piernas en un atentado de ETA, ha dejado escrito con reiteración que se niega a ser víctima haciéndole el juego a los terroristas, sin olvidar que, como afirmaba Nelson Mandela “nunca serás verdaderamente libre si no aprendes a perdonar” y ella, lo ha hecho, para reconstruirse al igual que nosotros siguiendo lo que también dijo Luis Rojas Marcos después del atentado de las Torres Gemelas, la mejor terapia para las víctimas es el perdón, y por eso debemos “perdonar lo imperdonable”, ya que el rencor y la venganza imposibilita la sanación.