Castilla y León

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Sociedad

Los estudios de las investigadoras del mañana

16 mayo, 2021 23:21

D. Álvarez / ICAL

¿Cómo afecta el ruido del día a día a los alumnos y profesores de un instituto? ¿Pueden ser útiles unas larvas de insecto para reducir la problemática ambiental de los residuos de plástico? Estas preguntas y el trabajo para obtener las correspondientes respuestas forman parte de los dos proyectos diseñados por alumnas del IES Gil y Carrasco de Ponferrada (León), que esta semana conocerán si se alzan con el Premio de Investigación e Innovación que concede la Consejería de Educación en la modalidad de Bachillerato. La salud y la ecología destacan como preocupaciones para esta nueva generación de jóvenes investigadores.

Estos dos trabajos son los únicos dos candidatos seleccionados en toda la provincia de León por unos galardones que llegan este año a su octava edición. En ambos casos, los proyectos tienen como responsables a una pareja de chicas, guiadas en cada caso por un profesor-tutor. Esta semana, la pareja formada por Sandra y Elsa y la compuesta por Aurora y Lucía deberán exponer ante el jurado de los premios los resultados de sus respectivas investigaciones. El fallo, que reconocerá al mejor proyecto de cada etapa educativa -Educación Secundaria Obligatoria (ESO), Bachillerato y Formación Profesional (FP)- se hará público el próximo miércoles.

Degradación de plásticos

Aurora Gallardo y Lucía López son las alumnas responsables de uno de los proyectos, el estudio sobre la degradación de plásticos por larvas de insectos de la familia tenebrionidae, que tuvo al profesor de Biología, Jesús López, como tutor. “Nos apetecía trabajar con animales, insectos en este caso, y nos parecía muy interesante que hubiese animales que llegasen a degradar el plástico”, explican las alumnas, que destacan que el interés del estudio desde el punto de vista del medio ambiente.

Al respecto, el tutor del proyecto destaca que el estudio ha servido para comprobar la capacidad de las larvas de las especies Tenebrio molitor, conocido como el gusano de la harina, y Zophobas morio, también llamado gusano rey, para degradar algunos tipos de polímeros plásticos. “Lo que no ha parecido más sorprendente ha sido la gran capacidad que tenían para hacerlo. Las larvas llegaron a degradar hasta el 30 por ciento de la cantidad inicial de poliestireno expandido en cuatro semanas”, explica el profesor.

El estudio tuvo en cuenta parámetros como el tipo de plástico del que las larvas se alimentaban con mayor eficacia, la mortalidad de los animales al comer estos plásticos, la influencia de la luz y la temperatura. “Nos ha sorprendido que sólo podían degradar el poliestireno y que la especie Zophobas morio lo degradaba mejor y tenía menor mortalidad. También el hecho de que a pesar de que su hábitat natural fuese la oscuridad, comían más plástico si estaban a la luz”, aseguran las alumnas, que recuerdan que en la naturaleza estas crías de insecto se alimentan de restos vegetales como hojas secas.

En ese sentido, uno de los puntos de interés de este proyecto son sus posibles aplicaciones en el desarrollo de futuros procedimientos para el tratamiento de residuos plásticos. “Está tecnología sería energéticamente sostenible a la vez que económica, ya que son larvas que se crían fácilmente, a la vez que limpia, porque al consumir los plásticos los transforman en productos que no son tóxicos para el medioambiente”, explica el tutor. “Se debería conseguir una cantidad de estas larvas para que el sistema fuese eficaz. También se podría hacer extrayendo las bacterias simbiontes de las larvas, que son las que en realidad degradan los plásticos y poniéndolas en una especie de piscina con plástico”, añaden las alumnas.

Niveles de ruido

El otro proyecto seleccionado a estos premios consiste en una valoración de los niveles de ruido en el instituto y su posible influencia en la salud de los alumnos y profesores, en forma de falta de concentración, dolor de cabeza o irritabilidad. Tutorizado por la profesora de Anatomía aplicada, Pilar Bardelás, y elaborado por las alumnas Sandra Díez y Elsa González, este estudio analizaba el ruido registrado en distintas fechas en las diferentes zonas del centro, a horas puntuales como la entrada y la salida del instituto, las entradas y salidas al recreo o los cambios de hora lectiva. “Nos pareció interesante realizar este trabajo ya que en años anteriores tanto profesores como alumnos se quejaban del nivel de ruido y porque sabíamos que esto puede afectar a la salud”, explican las jóvenes investigadoras.

Armadas con un sonómetro y una grabadora, las alumnas pudieron identificar las principales fuentes de ruido en el insituto. Además de las mediciones directas, el trabajo se completó con una serie de encuestas a alumnos y profesores sobre su percepción del ruido en el centro. Con estas gráficas en la mano, Sandra y Elsa elaboraron mapas de ruido de todo el centro donde se indicaban los puntos críticos de ruido.

Al respecto, los niveles más altos se detectaron en la puerta del patio durante la entrada del recreo, así como en los pasillos de Primero de ESO y en la puerta principal del centro. “Se puede decir que la principal fuente de ruido son los espacios comunes y no dentro de las aulas”, subrayan. Las principales causas de estos ruidos son la voz de los propios alumnos y profesores, además del ruido producido al mover sillas, pupitres o material escolar, explican. “Nosotras creemos que en otros cursos anteriores a este había más ruido en el centro. Esto mismo se constata a partir de las encuestas hechas a profesores”, recalcan.

Pese a que la irrupción de la pandemia y las medidas sanitarias aplicadas en el ámbito educativo obligan a los centros educativos a mantener abiertas sus puertas y ventanas a lo largo del presente curso para favorecer la buena ventilación de las aulas, la ubicación de este instituto en una zona peatonal del casco histórico de Ponferrada reduce las afecciones sonoras causadas por el tráfico. “No se ha estudiado el ruido procedente de la calle, pero desde nuestro punto de vista sí que llega ruido del exterior del centro”, matizan las investigadoras.

Su tutora destaca que algunas medidas propuestas a consecuencia de la pandemia, como la entrada y salida de los alumnos a intervalos de cinco minutos en función de la planta en la que tuviesen clase, han logrado disminuir los niveles de ruido, según confirman tanto profesores como alumnos en las encuestas. “A raíz de esto, una de nuestras propuestas de mejora es que en el futuro se siga entrando de manera escalonada para evitar aglomeraciones y, por lo tanto, disminuir niveles críticos de ruido perjudiciales para la salud de la comunidad educativa”, explica Bardelás.

Además de la entada escalonada, las alumnas proponen otras soluciones para reducir el ruido, como emplear corcho para insonorizar las aulas, usar calzado de goma o equipar las patas de mesas y sillas con estructuras de este material amortiguador.

Una experiencia diferente

A lo largo del desarrollo de estos proyectos de investigación, los tutores del instituto se encargan de guiar el trabajo de los alumnos. “Pienso que para ella es una experiencia diferente. Aprenden a trabajar en equipo, aplican el método científico y les sirve como aprendizaje para los futuros estudios universitarios, tanto para la elaboración de un proyecto como para la exposición del mismo”, explica Bardelás. “El aprendizaje adquirido por las alumnas que me parece más importante es el manejo de competencias propias de un proceso de investigación”, coincide López.

Más allá de los conocimientos sobre el tema estudiado, los tutores valoran el aprendizaje de habilidades que podrán aplicar en el desarrollo de otros proyectos personales, desde la búsqueda inicial de información bibliográfica al diseño y desarrollo de experimentos o la exposición pública de la memoria. “Son destrezas que les serán de gran utilidad en el futuro. Además, el trabajar con los alumnos de este modo les ayuda a fomentar aptitudes emprendedoras, hoy en día muy valoradas en cualquier profesional”, señala el profesor.