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Historia de la plaza de toros de Fabio Nelli o Viejo Coso vallisoletano (capítulo 2º)

21 febrero, 2021 20:31

Historia de la plaza de toros de Fabio Nelli o Viejo Coso vallisoletano (capítulo 1º)

Nos habíamos quedado en la novillada inaugural del nuevo coso, desmintiendo por parte de José Delfín Val y corroborándolo Emilio Casares lo que se escribía en la revista taurina semanal “La Tauromaquia”, donde se venía a decir que el mismísimo “Paquiro” y el bejarano “El Salamanquino”, con ganado del Raso de Portillo, habían inaugurado la nueva plaza de toros vallisoletana el 29 de septiembre de 1831, cuando en realidad se inauguró el 15 de septiembre de 1833 con la novillada que ya hemos reseñado.

La controversia vino por la publicación de una nota de Mariano Benito Pardo en Diario Regional del día 15 de septiembre de 1940, quién había tomado el dato de la citada revista taurina “La Tauromaquia”. Contrastar la información en aquellas fechas debía ser harto difícil.

Hecha esta aclaración, sigamos con los pormenores posteriores a la novillada que arrojó el siguiente resultado dinerario, según cita José Delfín Val: los productos (ingresos) fueron de 8.640 reales. Los gastos 4.107 reales, lo que produjo un beneficio de 4.533 reales, correspondiendo a los dueños-gestores o empresarios la cantidad de 3.022 reales. Una tercera parte de los beneficios (1.511 reales) fueron a parar a las arcas de la Junta de Beneficencia, tal y como estaba acordado por Real Orden de 2 de mayo de 1828. El real de la época era una moneda de plata de unos 3 gramos al que llamaban “media peseta”.

Los primeros propietarios


Fueron propietarios, constructores y empresarios del coso Eugenio Espinosa y su esposa Isabel Guijarro, actuando de gerente Pedro Deza. En 1857 aparece como propietario el propio Deza y dos años más tarde Toribio Lecanda (el que pretendiera la cubrición de la plaza con cristales).

Entre los años 1843 y 1847 fue empresario Julio Galo Sanz, abogado y relator de la Audiencia, sucediéndole a los pocos años después Damián Lefort, a quien no debieron ir los negocios muy bien, -cita José Delfín- pues solicitaba una reducción de la renta.

Más tarde fueron propietarios los hermanos Cuesta, quiénes llegan a un acuerdo con la Casa de Beneficencia a la que pagan un tanto alzado de 5.000 pesetas anuales (la peseta había nacido en 1868) en vez de la tercera parte de los beneficios de cada festejo, que tenía una contrapartida: cuando se perdía dinero había que pagar en la misma proporción que cuando se producían beneficios; y la Casa de Beneficencia estaba siempre más dispuesta a recibir voluntariamente, que dar a la fuerza.

La redacción del compromiso entre aquella Orden Real y “el acuerdo de las 5.000 al año” estaba en consonancia con la sentencia popular que dice que quién está a las maduras, está a las duras, comenta irónico José Delfín Val.

El último empresario fue Luis Saavedra, quién organizó un buen número de festejos, preferentemente novilladas, en las que “hacía combinaciones de toros muy malos y novilleros baratos”, pero que iban despertando y levantando una afición un tanto adormecida en los vallisoletanos. Dice Agapito y Revilla, en sus Crónicas Taurinas de Valladolid, que en aquellas novilladas tomó parte el que sería después magnífico torero, Antonio Fuentes. 


El “parcheo” a los novillos


En el primer capítulo se refería José Delfín Val a las suertes del parcheo a los novillos, donde en el contrato de Juan Martín, en la inauguración, figuraba ejecutar la misma. En las crónicas retrospectivas de José Ortega Zapata, “Solaces de un vallisoletano setentón”, -comenta el autor de Lanzas, Espadas y Lances- el memorialista recuerda que después del capeo, venía la suerte de “pegar” parches en el frente de los novillos que, en forma de rodetes, de piel, adornados con cintas de colores y untados de trementina, para que se agarrasen; y puestos tres o cuatro parches, salían los cabestros y se llevaban a la fiera al toril, y salía otra y otra, hasta seis, y tutto era finito, y la corrida acabada.


Hechos trágicos en el nuevo coso


Tras la inauguración del nuevo coso, los festejos seguían celebrándose en la Plaza Mayor, sobre todo los de correr vacas y suelta de bueyes enmaromados. Así, cita Casares en su Valladolid en la historia taurina, que durante los años de 1834 a 1836 no hay constancia de que se celebrase ningún festejo, ni en el nuevo coso ni en la Plaza Mayor. Y no era precisamente por motivo de prohibiciones políticas, como ocurriera en otros siglos pasados.

Más bien se debiera a una reforma del coso en el que se vuelve a poner la barrera, eliminando los ocho burladeros y ocupando en esta parte del coso una especie de palcos. Ello permitió aumentar el número de localidades hasta 9.374. Valladolid contaba entonces con una población cercana a los cincuenta mil habitantes.

En el año de 1837, Casares reseña que el 9 y 10 de julio, con motivo de promulgarse la Constitución de la Monarquía Española, hubo corridas de toros en la Plaza Mayor. El año de 1838 queda en blanco también y en el de 1839, un 3 de septiembre, se corrió en la Plaza Mayor una vaca mansa enmaromada con motivo de la entrega del general Maroto de sus tropas al general Espartero.  

Y el 8 de septiembre de ese mismo año, con ocasión del traslado a la Catedral de Nuestra Señora de San Lorenzo, por la tarde hubo seis novillos en la Plaza Mayor.

No cita el profesor Casares más detalles de quienes actuaron, o si hubo toros de muerte. Son notas escuetas que hemos copiado literalmente.

1840: Corrida benéfica a favor de la Casa de Beneficencia y el soldado valiente


La Casa de Beneficencia sale de nuevo a la palestra, tras siete años desde aquella tarde inaugural donde, recordemos, percibió 1.511 reales por el decreto de la Real Orden. En este año de 1840 se anunció en la nueva plaza correr cuatro novillos y dos toros, lidiados por una compañía de Madrid. Así lo cita José Delfín Val, con fuentes de “Diario de Valladolid” en la crónica del diarista (sic) Hilarión Sancho.

Delfín Val transcribe sin literalidad lo que el diarista Sancho escribía en su crónica lo acaecido en el coso cuando varios toros saltaron al tendido provocando el pánico y algunos heridos. Y gracias a la intervención de un soldado que hizo frente a un toro saltarín evitando la tragedia. El soldado tuvo un gesto valiente a bayonetazo limpio matando a otro toro que saltó en esa misma plaza a los pocos días del anterior. El arrojado militar fue gratificado con 100 reales. 

Bibliografía: Valladolid en la historia taurina (1152-1890), de Emilio Casares, editado por la Diputación Provincial en 1999. El Toreo y la torería, del mismo autor en Cuadernos Vallisoletanos (Obra cultural Caja Popular, 1986). Lanzas, Espadas y Lances, de José Delfín Val (Junta CyL1996). Cosas Taurinas de Valladolid (Agapito y Revilla/ Grupo Pinciano. Miguel Angel Soria. Fermín Rodríguez, blog info.valladolid.es. www.valladolid.com. Mundotoro arquitecturava.es/. Archivo Municipal.