Castilla y León

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Cuando la trapa se baja… sin fecha de regreso

6 noviembre, 2020 00:00

Incertidumbre, tristeza e incluso indignación. Así han afrontado muchos locales, tanto de hostelería como comerciantes o centros deportivos las últimas horas antes de bajar la trapa… no saben hasta cuándo. Las restricciones anunciadas el martes por la Junta de Castilla y León para intentar frenar la incidencia de la COVID-19 en la Comunidad les obligan a echar el cierre, al menos durante los próximos 14 días, aunque en general temen que la situación pueda prolongarse y sus negocios, no solo sigan resintiéndose, sino que no puedan volver a funcionar o no consigan recuperarse económicamente. 

Sectores como el hostelero ya han salido este jueves a la calle en Valladolid para protestar por este cierre y sobre todo para alzar la voz y dejar claro que no son los culpables de la alta incidencia que el virus tiene en la Comunidad en esta segunda ola. Mañana está previsto que lo hagan también los responsables de los centros deportivos. Recuerdan que han adoptado las medidas que se les ha pedido hasta ahora y que son entornos seguros, pese a lo que no podrán volver a abrir mañana. 

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“Si nos tienen que cerrar, que nos cierren”, explica a Ical el gerente del CDO Covaresa, que ya alerta en su página web del cierre “hasta nueva orden”. Sin embargo, Paco de la Fuente pide “argumentos” porque recuerda que el último estudio que ha hecho el Gobierno indica que el porcentaje de contagios en los gimnasios era del 0,28 por ciento. Lamenta la falta de “diálogo y empatía” y aun consciente de la dificultad que tiene que suponer la adopción de este tipo de medidas entiende que la clase política “la están complicando más por la falta de diálogo y sensibilidad”. 

Recuerda que en los últimos meses ha habido que hacer inversiones “muy fuertes” y el sector ha sido víctima “de muchas restricciones” desde el inicio de la pandemia. “Estamos cumpliendo, no hay contagios, la gente está sensibilizada y es responsable, así que están indignados”, explica De la Fuente, quien reconoce que la mayoría de las personas, tanto usuarios como trabajadores “no entienden el cierre porque se trata de salud física y mental” además de que “nadie va a un gimnasio si no se siente seguro”, puntualiza. 

El cierre de la hostelería, los gimnasios y los centros comerciales “es prácticamente un confinamiento” que respalda si eso va a suponer una mejora de la situación, aunque reclama que vaya acompañado de “un plan de choque económico que no está habiendo” para un sector que es “uno de los más afectados”, víctima de restricciones “muy fuertes” y una caída importante en el número de abonados. “Ya no es que no me dé un argumento (la administración), es que tampoco me da respuesta ni ayudas” además de que no ha habido “ni una visita o un comentario” ante una medida “tan drástica”. 

El “palo” económico es muy grande y De la Fuente se pregunta si será posible recuperarse de ello. “Tenemos pánico porque no se sabe cómo va a evolucionar” y no oculta que sus sensaciones no son buenas de cara al futuro más inmediato. “Cuando cometes un error en tu empresa y te va mal, lo asumes, pero cuando te llueve del cielo y ves que tu empresa se hunde con 100 trabajadores y una historia de 12 años, es desesperante”. La actividad a partir de ahora se limitará a la zona de pádel que estará abierta al ser semicubierta y en la que hay “bastante gente” pero las perspectivas no se presentan halagüeñas para el sector. 

Tiempo de reinventarse


Son otro de los sectores que también cierran hoy la trapa después de meses de continuas restricciones, y parece que muchas personas apuran los últimos momentos para despedirse de los locales. En ‘La viña de Patxi’, situada en la calle Ferrari de Valladolid, junto a la plaza Mayor, afrontan el cierre “con mucha pena y desesperación” aunque en cierto modo resignados. Con sus diez trabajadores de nuevo en ERTE, Patxi y su mujer tienen previsto “reinventarse” y hacer reparto a domicilio porque “hay que seguir pagando la renta y los seguros sociales de los trabajadores”. 

La declaración del toque de queda provocó hace unos días un descenso relevante en las cenas. “Se lleva muy mal porque no tienen un fin, porque si supieras que es en febrero, pides más dinero al banco… pero no se sabe hasta dónde aguantar”, lamenta Patxi, quien no ocultó su confianza en que “por lo menos algo de la temporada de Navidad se vaya a abrir” ya que, de lo contrario, hay “miedo” a que un cierre más allá de un mes haga que muchos locales no puedan volver a recibir clientes. 

Un año muy duro


El restaurante ‘Carmen’ situado en la calle José María Codón en Burgos abrió sus puertas el 22 de noviembre de 2019, y sin apenas haber llegado a cumplir un año, vuelve a cerrarse hoy al público. Previamente este restaurante estuvo situado en pleno barrio de Gamonal, aunque el notable éxito entre los turistas que acudían a la capital les llevó a ubicarse en un local más grande, con el objetivo de acoger a un mayor número de comensales.

Su dueño, Óscar Alonso, asegura que es una situación “dura” especialmente para un proyecto tan nuevo como el suyo, e indica con pena que pocas horas antes del cierre su equipo estaba trabajando para recoger todo el material, que esperan volver a utilizar en unas semanas. “Cuesta mucho por los costes que tiene una empresa en su primer año, y además somos un equipo humano muy grande. Al final estamos echando mucha entrega”, señala poniendo en valor la actitud de todo el equipo, que se muestran positivos y se apoyan unos a otros, esperando salir de esta situación.

Durante el primer confinamiento, todos los trabajadores tuvieron que ir al ERTE, aunque con la llegada de la fase 1, Alonso recuperó a la mitad de la plantilla, y posteriormente, todos los trabajadores pudieron incorporarse durante la segunda fase de la desescalada. Ahora, este nuevo cierre de la hostelería en la Comunidad provocará una vuelta a esta situación, y únicamente el dueño de ‘Carmen’ permanecerá activo, encargándose de los menús para llevar que ofrecen a la clientela. “No cerramos en su totalidad, hemos hecho un menú corto, del día, y ofrecemos una pequeña carta para llevar a casa. El equipo sale con la ilusión de que si funcionamos en la comida para llevar pueden irse integrando. 

Por otros 100 años más


A las ocho de la tarde en punto, la plantilla al completo del Victoria de León se reúne en el local. Los camareros llegan cabizbajos, no saben cuándo volverá a ser la próxima vez que vean abrirse la puerta de cristal que da acceso al emblemático bar situado entre la calle Ancha y la calle La Rúa de la ciudad, frente al Museo Casa Botines de Gaudí. En su interior, Esther Rivas Guerra, su gerente, mira a su alrededor con los ojos humedecidos y afirma que “si cien años de historia no han podido con el Victoria, una pandemia no nos va a tumbar”.

Cien años son los que lleva a sus espaldas el local, cien años en los que la puerta de uno de los bares más históricos de León no se había cerrado más que para llevar a cabo alguna reforma, hasta el mes de marzo, cuando todo cambió a costa de una pandemia que mandó a sus hogares a todos los trabajadores del establecimiento.

“La situación que se nos viene ahora es la misma que al resto de hosteleros de Castilla y León e imagino que de toda España. Desde la apertura en junio hasta ahora, los números no salen, porque aunque en verano hubo un poco más de gente, septiembre y octubre han sido meses muy malos”, reconoce, al tiempo que ya da por perdida la campaña de Navidad “y el año entero, desde que nos cerraron en marzo, porque se fue la Semana Santa, las fiestas de León y el verano, que no tuvo nada que ver con años anteriores”.

Un cierre decretado por la Junta de Castilla y León y ante el que Esther confiesa haber sentido “todo el ánimo y apoyo de los clientes”, que “en su mayoría decían no entender por qué a la hostelería la ponen de esta forma cuando es en el sitio donde menos contagios puede haber”.

Esther echa la vista atrás, a hace justo un año, cuando el Victoria volvió a abrir sus puertas tras dos meses de reforma integral del establecimiento. Una reforma que no se arrepiente en absoluto de haber hecho pero que es consciente de que “no se ha podido amortizar o no al menos como pensábamos, pero créeme que se amortizará porque confío en el Victoria, con más de 100 años de historia, que hacen de él un icono de León”.

Los ERTE -a los que se sumarán sus cuatro camareros y una cocinara- “no son ayuda suficiente”, como tampoco lo es la “ampliación en los plazos de los créditos ICO para la ampliación”, que no ayudarán “a soportar todos los gastos que conlleva un negocio de hostelería” y que para los que “hasta el momento no ha llegado nada”, motivo por el que se muestra “un poco desconfiada”.

Esther se levanta de su silla y mira de nuevo la puerta del histórico bar Victoria. “Siento mucha nostalgia y mucha pena, pero creo que es algo provisional y que volveremos con muchas fuerzas. Tarde o temprano esto cambiará o remontará y nosotros estaremos ahí. Si en cien años de historia no ha podido nada cerrar el Victoria, una pandemia ya te digo que no lo va a hacer”, insiste.

Salamanca


En Salamanca, la opinión de Ramón, propietario del Erasmus Café, situado en pleno centro histórico de la ciudad, es que el cierre de esta noche de la hostelería es “una auténtica vergüenza y la ruina de muchos”, como de su propio hermano, propietario de otro céntrico restaurante, puesto que “es imposible mantener un negocio cerrado y sin facturar pero asumiendo todos los gastos”. Para este apoyo “no ha habido ningún apoyo” para el sector desde el inicio de la pandemia pese a que las ayudas “tenían que venir pactadas antes de cerrar”.

Esta última jornada, en la que el local presenta un aspecto “lleno, dentro de las medidas higiénicas y de aforo, que hemos respetado desde el primer momento”, se ha realizado una especie de despedida “para acabar todos los barriles de cerveza abiertos” en un establecimiento que ha vivido la reducción de su personal en un 75 por ciento, de los 16 empleados con los que contaba a principios de marzo a los cuatro actuales, y que asume unas pérdidas de “más de medio millón de euros” en este año.

“Aguantaré, pero con un agujero enorme”, sentencia Ramón, propietario del Erasmus Café, que cifra en “cuatro o cinco años” el periodo necesario para recuperar estas pérdidas y concluye que “es una vergüenza que permitan los autobuses llenos, los metros llenos, los supermercados y las universidades llenas y a nosotros, que hemos respetado las medidas, nos cierren y nos cobren los impuestos para que el Gobierno se pueda subir el sueldo”.

Y mientras, los usuarios de estos locales apuran los últimos instantes antes de despedirse de ellos, confían que de manera temporal, algo que será positivo, tanto desde un punto de vista sanitario como también económico para todos. ‘Bares, qué lugares’, dice el dicho, ante lo que más de uno apunta ‘gimnasios y comercios también’.