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"Aquí no hay quien viva": el grito desesperado de una joven de Borrenes ante el abandono de los pueblos tras caer herido su perro en una trampa

15 julio, 2020 09:49

“Buenos días, mi nombre es Tamara Lamas Pacios. Soy vecina de Borrenes. Anoche mi perro cayó a un lazo al ir a beber agua a una reguera del pueblo. El hecho es esclarecedor de la situación de abandono que sufrimos en los pueblos y del hartazgo al respecto”.


Cuatro frases concisas con las que esta joven berciana lanza un grito desesperado antes de relatar el hecho que ha colmado el vaso y que la ha llevado a denunciar públicamente lo difícil que se hace, para los habitantes de muchos pueblos, la vida día a día. A través de esta carta, que reproducimos íntegramente, describe la dura realidad del que se antoja idílico entorno rural de muchas zonas de nuestro territorio.

“El estado de abandono de pueblos como Borrenes hace que actividades cotidianas como salir a dar un paseo por el pueblo se conviertan en una actividad difícil y plagada de peligros. Me llamo Tamara Lamas Pacios, tengo 28 años y soy vecina de Borrenes desde hace varios años, cuando mi familia y yo decidimos mudarnos al mundo rural con la idea de contribuir a que los pueblos del Bierzo no se mueran. Desde entonces he vivido a temporadas aquí, yendo y viniendo por estudios o por motivos laborales, pero siempre con ganas de aportar y hacer de mi pueblo un espacio más habitable en los meses en los que he podido quedarme aquí.

Anoche salí a dar un paseo a eso de las 21:00, cuando el perro, que iba caminando junto a mí, se adentró en un zarzal mientras yo esperaba al borde del mismo, ya que pensaba que mi perro únicamente iba a beber agua a la reguera –ya prácticamente seca- de Borrenes. Me puse en alerta cuando vi que el perro tardaba más de lo habitual en volver, pero mi alerta se intensificó cuando, de repente, mi perro empezó a emitir ruidosos quejidos que me motivaron a pedir auxilio a voces. El perro sufría y yo no sabía cómo atravesar los zarzales y la maleza que rodea la reguera para descubrir cuál era la fuente de su dolor. Así estuve durante aproximadamente dos minutos hasta que me envalentoné a adentrarme por un camino de jabalíes y dar así con mi perro, que seguía quejándose cada vez más. Cuando me acerqué a él no tenía forma de sacarlo de allí, pues si alguien ha visto alguna de estas trampas para jabalíes, cuanto más tenso está el animal, más se aprieta el lazo. Mi única posibilidad fue dar voces de alarma pidiendo ayuda y unas tenazas o una cizalla para poder sacarlo de allí, cosa que logramos gracias a que estábamos al lado de huertas y los vecinos, que habían oído mis gritos, pronto pudieron ir a por herramientas para cortar el maldito lazo del cazador furtivo.

La historia, por fortuna, no acabó todo lo peor que podía haber acabado. Pero en los pueblos pasean muchas personas (y más ahora en verano) y hay lazos que están colocados a tan solo 150-200 metros de las casas. Esta situación no tiene un único culpable. Sí, los cazadores furtivos hacen gala de una crueldad inusitada y atrapan animales mediante una técnica que, además de prohibida, provoca un sufrimiento terrible para los jabalíes, corzos y, en ocasiones como la de ayer, perros que quedan atrapados y a veces tardan días en morir. Pero también es culpa de las administraciones, tanto locales, como comarcales, provinciales y regionales.

Este verano el ayuntamiento de Ponferrada y el Consejo Comarcal del Bierzo publicaban vídeos para atraer el turismo en nuestra comarca, pero yo me pregunto ¿los políticos del Bierzo han hecho turismo alguna vez en el Bierzo? ¿Alguno habrá hecho turismo en otras regiones rurales de España para comparar el grado de cuidado que reciben otros pueblos? ¿Alguno de nuestros dirigentes se habrá propuesto vivir algunas semanas en la montaña para conocer nuestras carencias? ¿Cómo vamos a mantener los pueblos o atraer a gente joven si aquí es imposible vivir? Es cierto, tenemos un enclave espectacular, lleno de recursos, que cuenta con magníficas montañas, ríos y panorámicas que quitan el aliento, pero está abandonado.

Como parece que políticos, turistas y empresarios solo vienen a los pueblos a hacerse fotos, les haré una breve descripción de lo que supone la vida en el mundo rural: prácticamente todas las fincas están "a poulo" y ya no se distinguen pueblo de monte; aunque vivimos en plena naturaleza no podemos ir a hacer deporte o pasear a casi ningún sitio, pues la mayoría de los caminos están tupidos de maleza. La reguera de Borrenes, un posible espacio de esparcimiento y frescor para el verano y que es responsabilidad de la Confederación Hidrográfica, está abandonada desde hace años. Los jabalíes, como es natural, se esparcen a placer por aquellas zonas que no son tocadas por el hombre desde hace años y, así, se atreven a pasearse por el pueblo, atrayendo de esta forma a estúpidos cazadores furtivos que creen que la mejor solución para que los jabalíes no destrocen las pocas huertas que hay es cazar sanguinariamente. Más de la mitad de las casas del pueblo están en ruinas, haciendo que sea peligroso pasar cerca de sus paredes medio derruidas y sus tejados a punto de desplomarse, las antiguas huertas están cubiertas de zarzales y herbazales y, al mismo tiempo, plagadas de pozos ilegales sin tapar. Aquí no hay quien viva.

Todo esto teniendo en cuenta, además, que mi pueblo, Borrenes, es en teoría un punto estratégico del turismo en nuestra comarca y merecedor de una atención especial por parte de las instituciones, ya que se encuentra enclavado en el área protegida del Patrimonio de la Humanidad de las Médulas. Juzguen ustedes mismos lo protegidos que estamos y la atención que recibimos los que vivimos aquí. Y eso que todavía no les he contado la falta de recursos y servicios públicos que nos dificultan la vida cada vez más y más”.

Zarzales de más de 2m de alto junto a las casas.