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Opinión

Nuevos aires, aires limpios

22 junio, 2020 19:37
Todo partido político debe de tener una estrategia de acción para alcanzar el poder y desarrollar sus postulados, de forma que lo primero que hemos de analizar en un partido son sus líneas o principios rectores, pues en ellos se encuentran el esbozo de sus acciones. Si un partido en sus primeras dos líneas te manifiesta que busca la “autodeterminación” y la creación de un “proceso de paz y la solución democrática del conflicto” nos está manifestando que no quiere vivir en democracia en España y que el terrorismo es un instrumento legítimo de la política regional.

Cuando un partido te dice que es una organización política de la clase trabajadora, que luchan contra todo tipo de explotación, aspirando a transformar la sociedad para convertirla en una sociedad libre, igualitaria, solidaria y en paz, que lucha por el progreso de los pueblos te indica que sigue anclado en la ya superada lucha de clases, que cuando pierda dicho discurso lo sustituirá por cualquiera otra forma dicotómica de contemplar la sociedad y que se auto irroga la visión del progreso social.

En otros casos se autodefinen como de centro reformista o no te dicen cuáles son sus principios, ocultándolos en términos ambiguos como liberal progresista, demócrata y constitucionalista, lo que te transmite es que no desea claramente expresar su oferta y se encubre en inconsistentes afirmaciones u oscuras referencias.

Existen otros partidos, que referencian su ideología a la defensa de determinados valores, principios o posiciones frente a los problemas sociales, en unas ocasiones como simples plagios carentes de verdad, en otras como maquetas de una vivienda que no saben construir y muy pocas como sólidas líneas de acción que les falta ver la luz del gran público.

  Es decir, todos y cada uno de los partidos se deben, o deberían, mostrar con claridad ante el electorado, su clientela, el producto que nos venden con una mejor propuesta, pero sin mentir, sin engañar, cumpliendo los canones que se exige a la publicidad de veracidad y seriedad, de forma que el consumidor será quien penalice al mentiroso, al que cambia sus propuestas, al que no es firme en sus convicciones, sobre la base de que le están “vendiendo” algo que no se corresponde con la realidad.

La responsabilidad del votante se demuestra en la seria comprobación del producto que está adquiriendo, el conocimiento de lo que compra-vota, el convencimiento de que ese producto es el que desea y no guiarse, única y exclusivamente, por las imágenes publicitarias, los eslóganes o las simples fotos, pues si actuamos así compraremos un viaje al Caribe y acabaremos con los pies en la palangana de nuestra casa, que es exactamente lo que está sucediendo en la política nacional y lo que provoca la desafección política que vivimos. Por un lado, los políticos se han convertido en payasos de feria que se presentan como preciosas bailarinas siendo barrigudos horribles, pero el ciudadano compra la foto de la bailarina y no se queja cuando aparece el barrigón. La culpa es del político, pero el consumidor no puede quejarse pues compra la burra ciega, consciente de la ceguera propia y de la burra.

Frente a este boom del mercado, de la foto, del plexiglás, de las “putillas y chaperines” que pululan por los partidos en pos de una mirada o un gesto del líder que les permita obtener un minuto de gloria, debemos de exigir un cambio que devuelva la seriedad, la solvencia, el esfuerzo, el trabajo bien hecho, el servicio del político y la exigencia de claridad, firmeza, humildad y servicio del ciudadano a su servidor y ello sólo se puede obtener con trabajo tranquilo, sencillo de presentación de los proyectos desnudos, demostrando la coherencia, la honradez, el compromiso real de servicio y temporalidad de los cuadros que lo presentan.

No necesitamos a los más listos, sino a los más trabajadores, ni a los más guapos, sino a los que quieren servir, ni a los mejor fotografiados, sino aquellos que una vez cumplido volverán a su vida ordinaria, queremos gente que esté dispuesta a dirigir los partidos, pero presentar a los mejores, a los más preparados, dejando su puesto en beneficio del proyecto que presenta para España. No es preciso un cambio constitucional, sino una dotación de contenido democrático, un fortalecimiento de los controles, una devolución de la política al ciudadano, al parlamento y rompiendo las interferencias entre los poderes, dotando de transparencia, limpieza democrática y responsabilidad la política, no como frases, sino como acciones diarias, demostradas y demostrables.