Castilla y León

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Valladolid

Navidad: Tiempo de belenes (II)

15 diciembre, 2018 00:58

Ya era un clásico el belén de la Peña Afición Vallisoletana desde que la Asociación Belenista Castellana de Valladolid cediera sus dioramas durante años. Era la época del Dr. Grajal de presidente y luego siguieron otros belenes tradicionales.

Pero desde el pasado año el belén de la Peña cogió un aire taurino de la mano del socio y protector de la misma, José María Castellanos. Es un manitas y como tal lo ha vuelto a demostrar estas navidades instalando su belén taurino cien por cien en la nueva sede de la Peña (Bar El Monosabio, en la calle Corpus Christi número 3).

A pie de calle, la nueva sede ha tomado otro rumbo y denota un trasiego de socios y clientes que pueden acceder al local para consumir. Es la única solución que la junta gestora encontró para que la veterana asociación sobreviviera. La hostelería, en esta ocasión de la mano de Daniel Pardo, ha sacado de la crisis a la peña y a sus abnegados socios que no han permitido la desaparición de la entidad taurina.

Pues bien, el belén de mi amigo Castellanos es un montaje lleno de imaginación y afición taurina. Salvo el portal, montado con figuras de barro tradicionales, el resto está confeccionado a base de fotografías diversas que han sido recortadas con mimo y paciencia. Una luz central y otras diseminadas  en un decorado austero, pero original, completan el belén taurino que se puede observar desde la calle, avisado con un cartel donde reza: “Pasen y contemplen quizás el único belén  taurino ”…

No falta la dehesa y su charca con toros de distintos pelajes y hierros, ni el abrevadero y comedero hechos con infinita paciencia. Todo en un cercado y con los montes al fondo de un paisaje azul. Y tres jinetes guardan y observan a la manada: un mayoral, un rejoneador y un ganadero. El mayoral no es distinguible pero sí el jinete con garrocha que es Diego Ventura; el rejoneador luso-sevillano repite otro año como figura destacada del belén taurino de la peña.

Y en lo alto de unas rocas simuladas, sobre un caballo castaño, divisamos a un Victorino Martín rejuvenecido, medio sonriente y disfrutando con lo que más le gustaba: ver a sus toros a pie de campo, cuestión esta que le trajo un buen disgusto al salir sorpresivamente un toro “pegado” detrás de unos matorrales.

Nueve cornadas le propinó “Hospiciano” al genial ganadero, que se salvó al meterse en el río Árrago y dejarse arrastrar por la corriente hasta que su mayoral lo sacó del agua. El astado murió a los tres días por las heridas de otro semental y al ganadero le costó un tiempo recuperarse de las heridas. Los toros “pegados” son, sin duda, muy peligrosos. Corría el año 1968.

Es pues un homenaje al mejor ganadero de bravo de todos los tiempos en el primer aniversario de su muerte. Mi amigo Castellanos  lo ha “resucitado” y, de forma sencilla, pero con un realismo total, le ha dado el sitio que se merece: su campo y sus toros.

Enhorabuena a Castellanos y a la Peña por la iniciativa de mantener una tradición secular. En esta ocasión defendiendo a la Fiesta y a la Tauromaquia.

Fotos: Natalia Calvo