Castilla y León

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Opinión

Soplan huracanes de grandeza

10 octubre, 2018 16:31

El Salamanca CF UDS ha estallado en mil pedazos. La dimisión de José María Movilla como director general del club ha sido la espita que ha liberado toda la presión de una caldera que llevaba tiempo en ebullición. La revelación de un nuevo síntoma que deja palpar el quiste. El supuesto máximo responsable de la parcela deportiva, la plantilla en bloque y la federación de peñas han alzado la voz contra una directiva que por el momento calla y parece contemplar cómo arde Roma. Mientras, el equipo sigue en caída libre. Menos mal que es pronto. Es muy pronto.

Algo no funciona en el entramado del club. Hace exactamente un año Carlos Martín tomaba personalmente la decisión de prescindir de María Hernández como técnico del primer equipo cuando marchaba como líder de su grupo en Tercera División. Un entrenador identificado con el proyecto y con la ciudad que contaba con el apoyo de la afición y cuya trayectoria había sido intachable al frente del equipo. El propio María se encargó de desnudar entonces las mentiras del presidente desde una comparecencia en el exilio en la que reveló que la causa de su despido era su negativa a dejarse 'mangonear' la gestión del equipo. Le querían imponer jugadores en las alineaciones.

Fue la primera vez que Pablo Cortés acudió al rescate. Tras dos partidos con el técnico del filial, se anunció a bombo y platillo la llegada de Ramón Calderé. El controvertido entrenador catalán tenía nombre para la categoría, pero ni estaba familiarizado con la idiosincrasia del club, ni de la ciudad. La irregular trayectoria del equipo con su gestión al frente le llevó al despido, incluso estando en puesto de playoff. Era muy difícil mantener a un técnico que no ganara todos los partidos cuando el anterior fue empujado por el barranco desde el liderato. Lo que sí se le permitió fue montar un lamentable espectáculo en el derbi insultando al entrenador rival y dejando tirada a la afición en la rueda de prensa. Fue la segunda vez que Pablo Cortés acudió al rescate.

Tras hacer el 'papelón' en aquella comparecencia postpartido, al más puro estilo Karanka cuando guardaba las espaldas de Mourinho en el Real Madrid, Cortés cogió al equipo. Fue la tercera vez que acudió al rescate. Logró remontar la situación y, aunque con grandes dosis de épica y, por qué no decirlo, de fortuna, metió al equipo en playoff tras una carambola final. El equipo no tenía fútbol, pero sí una garra encomiable y un espíritu que le hacía no rendirse nunca. Logró el ascenso con una plantilla de jugadores que lo dieron todo y que fue ajusticiada nada más acabar el ejercicio. Por supuesto, también lo fue Pablo Cortés. ¿Cuántas veces había acudido al rescate en unos pocos meses? Pues eso.

Capítulo aparte merece el caso de Antonio Amaro. Líder absoluto del equipo en en el plano espiritual y dueño de la batuta del centro del campo en el plano futbolístico. Además, un símbolo para la grada, un jugador de casa con el carisma suficiente para encarnar los ideales del club. Un jugador franquicia en toda regla. Un motivo de orgullo, no de vergüenza. La que debió sentir todo el verano cuando el club le tuvo a prueba como si no hubiera demostrado nada. A punto estuvo de quedarse sin ficha. Anoche ejerció de capitán liderando la rebelión de la plantilla en favor de Movilla y contra la directiva. El césped del Helmántico no puede añorarle más por su lesión. Que vuelva pronto.

El nuevo proyecto del Salamanca CF UDS comenzó con José Miguel Campos en el banquillo y José María Movilla como director general de la parcela deportiva. Con mando en plaza, se supone. Su influencia en la Federación bien valió la foto con Luis Rubiales posando con la camiseta del equipo para anunciar la oficialidad de la nueva denominación del club. Parece que eso sí importa. Ganar batallas simbólicas que sirvan para huir hacia adelante exhumando los restos de la Unión Deportiva Salamanca. Y de paso restregárselo a los de enfrente. Es hora de hacer el propio camino y de construir el futuro con los privilegiados mimbres que atesora el club. La afición, el estadio Helmántico y la sufrida plaza en Segunda División B. ¿A alguien le parece poco?

Como se ha demostrado, Movilla ni tenía mando en plaza ni margen de maniobra. Al menos ahora tras configurar la plantilla. Su gestión al frente del Rayo Majadahonda no bastó para ganarse la confianza del presidente, cuando cabía pensar que precisamente esa debía haber sido la razón de su contratación. No le ha dejado traer al sustituto de José Miguel Campos. No ha querido firmar. Tal vez no eran sus dotes como gestor de club las que le llevaron al cargo, sino el reconocido prestigio de su nombre en el mundo del fútbol. Mientras, Campos despedido en la sexta jornada por tener al equipo en descenso sin apenas tiempo para ajustar los engranajes de un grupo que acababa de coger. La conclusión es clara, el objetivo es el ascenso, no la permanencia. Visto lo visto, no son aires de grandeza los que azotan el rostro de alguno. Son huracanes.

El 'caso Movilla' ha vuelto a desnudar la mala gestión del club. No ha dudado en airear las pestilencias internas y en poner el grito en el cielo por algo que muchos dijeron antes. Pero esta vez la propia plantilla del primer equipo en bloque ha salido para mostrar su respaldo al director general. Será que es un hombre de fútbol y que sus métodos están pegados a los objetivos deportivos. Que no responde a intereses de no se sebe muy bien quien, como ha dicho sin tapujos. Por cierto, las peñas también se han sumado con un comunicado conjunto al apoyo a Movilla. Solo caben dos opciones: alguien tiene que dar unas cuantas explicaciones o todo el mundo, menos alguien, está equivocado.