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Región

La batalla de Manuel para vencer a la soledad

20 febrero, 2018 14:14

“A un ser querido nunca se le olvida pero hay que aprender a vivir sin él”, nos cuenta Manuel Fernández Chillón, un vallisoletano nacido en Villavellid que el pasado 22 de diciembre de 2014 perdía a su mujer Pilar después de una enfermedad y tras 57 años de casados y tres de novios, ni más ni menos.

Tras este mazazo, nuestro protagonista cayó en esa soledad que padecen miles y miles de personas en una Comunidad como la nuestra, la tercera más envejecida del país, en el que será el segundo más anciano del mundo en 2050, según el INE y en el que el 39% de la población española tendrá 65 años o más en 2063.

Para frenar los efectos de esta soledad que perjudica a quien la padece tanto en el apartado físico como psicológico como social, como apunta la Organización Mundial de la Salud, Cruz Roja pone en marcha el Programa de Personas Mayores para, como nos cuenta Marta Franco Gómez, directora del Departamento de Intervención Social, “contribuir a la mejora de la calidad de vida” de estas personas.

El palo de su vida

Manuel recibió el pasado 22 de diciembre de 2014 el palo de su vida cuando su mujer Pilar fallecía tras una enfermedad después de estar 57 años como casados y tres como novios, en una vida que no entendía sin su presencia.

A un ser querido no se le olvida nunca. Lo que tenemos que saber es aprender a vivir sin él ya sea la esposa, un hijo, el marido, el padre o el abuelo. Los dos meses que pasé después del fallecimiento de mi mujer fueron muy tristes porque miraba a mi alrededor y no la encontraba, me sentía solo. Veía que me hundía”, afirma Manuel.

Este soldador jubilado nos cuenta que acudió a su médico para buscar una solución a su soledad y este le invitó “a salir a la calle, a hablar y comunicarse” y le animó además a “visitar a la asistenta social” que sería la que le abriría las puertas de Cruz Roja, como él nos cuenta, la que ha sido “su salvación”.

Este padre de cinco hijos y abuelo de ocho nietos nos cuenta que allí conoció a Óscar, el auténtico precursor del Programa de Personas Mayores y que desde el primer Paseo Saludable no se ha conseguido desenganchar de una institución que ofrece decenas de actividades para los que más necesitados están de compañía.

La importancia de la labor de Cruz Roja

“Consideramos que intervenir con las personas mayores para prevenir y minimizar en la medida de lo posible su soledad es fundamental con el fin de contribuir en la mejora de su calidad de vida”, asegura Marta Franco Gómez, directora del Departamento de Intervención Social de Cruz Roja.

Para ello, esta institución humanitaria de carácter voluntario y de interés público que cuenta con un total de 3.292 voluntarios en la provincia de Valladolid, ha puesto en marcha un Programa de Personas Mayores que consta de varios proyectos.

Para mejorar la seguridad y la tranquilidad de las personas mayores y de sus cuidadores está el Servicio de Teleasistencia que atendió a 3700 personas en 3221 domicilios en el año 2017. Enrédate es otra de estas iniciativas para que las personas en soledad se relacionen con otras. Pasando por Salud Constante, Ayuda a Domicilio Complementaria y llegando hasta el de Respiro, el Programa busca “contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas mayores”, como nos cuenta Marta Franco.

“Salvo la teleasistencia, el resto de actividades son financiadas a través del IRPF, marcando el cuadradito de la declaración de la renta que pone otros fines sociales”, nos cuenta la directora del Departamento de Intervención social antes de añadir que “las líneas de actuación en nuestra Comunidad tienen que ir enfocadas a trabajar con las personas mayores para que consigan dar mucha vida a sus años y que los vivan de una forma saludable”.

El día a día de Manuel

Hago la amplia mayoría de las actividades que tienen en Cruz Roja porque son muy buenas para las personas mayores como yo. Desde el Paseo Saludable hasta las de memoria, las tertulias o la musicoterapia, además de las actividades de salud de los viernes por la mañana”, apunta Manuel.

Nuestro protagonista añade además que “disfruta mucho con las iniciativas de Juventud” en las que cinco o seis mayores debaten con cinco o seis niños sobre temas como la educación o la familia. “No veas lo cariñosos que son estos niños y los abrazos que me dan”, afirma esbozando una amplia sonrisa.

En Cruz Roja también ha conseguido engancharse a las excursiones a museos y a las que realizan fuera de nuestra ciudad, con viajes grupales a Segovia en el que llegaron a visitar, además del Acueducto o el Alcázar, el Museo de la Gastronomía, a Peñafiel para deleitarse con el espectacular Museo del Vino o a Frómista con su bella iglesia en territorio del Camino de Santiago.

El de Villavellid también resalta y destaca la labor de un voluntariado “que le trata de diez con mucho cariño” y que está “siempre pendiente de todos ellos durante las excursiones grupales” ayudando a estas personas de movilidad reducida “a bajar y subir del autobús entre otras cosas”.

Una vida plena pese a las adversidades

Pese al mazazo sufrido con la muerte de su mujer y tras haber derrotado en una dura batalla a la soledad, la vida de Manuel, que recuerda con nostalgia y alegría su paso por la mili en la que llegó a ser motorista con una BMW alemana de cinco velocidades y marcha atrás, ha sido plena.

Tras superar también la Guerra Civil, este soldador ha viajado hasta Benidorm, Valencia y Alicante e incluso ha pasado por Portugal, por Matosinhos, en un paraje idílico digno de ser visitado al menos una vez en la vida.

Este pucelano se atreve incluso a aconsejar a los que han pasado por el drama de la soledad de que “no se queden en casa y salgan para hablar con cualquier persona” o se atrevan a realizar actividades, dentro de la enorme y atractiva oferta existe hoy en día para las personas de edad avanzada.

Mirando al futuro, nos cuenta que su deseo sería lograr que “la juventud tuviera un trabajo para formar una familia” y en su caso particular solo pide “gozar de salud” para seguir disfrutando de su día a día, olvidarse del sufrimiento anterior, y hacer bueno aquello que dice que tras la tempestad llega la calma.