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Salamanca

El fotoperiodista Alberto Prieto expone 'Un viaje de largo recorrido'

25 enero, 2018 14:57

El museo de arte contemporáneo Domus Artium 2002 (DA2) acoge desde este jueves hasta el 1 de abril la exposición 'Un viaje de largo recorrido', del fotoperiodista salmantino Alberto Prieto. Podrá visitarse en la sala 8 de martes a viernes de 12.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00 horas, y los sábados, domingos y festivos de 12.00 a 15.00 y de 17.00 a 21.00 horas.

Para ello, Alberto Prieto presenta distintas instantáneas captadas por su cámara en los últimos 15 años, en los que ha viajado hasta diez veces a países como Iraq o Siria o a otros como Afganistán, Turquía, Sierra Leona, Gambia o Mauritania.

En la presentación, el concejal de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Salamanca, Julio López, ha destacado la obra de Prieto por su "estética" pero también por "lanzar mensajes" sobre una situación que "marca lo peor del ser humano".

Por su parte, Alberto Prieto ha incidido también en el audiovisual de 30 minutos, que se puede ver en el DA2, como un alegato a la infancia, la juventud y la educación como claves para promover que "el mundo sea más habitable y justo".

En cuanto a las fotografías, su autor ha hecho un repaso por ellas, situadas en la sala por bloques temáticos y países en los que se han realizado, como Siria, en una zona que sigue en conflicto, o Afganistán, un viaje que le "marcó" y con el que decidió dar un paso al frente en el fotoperiodismo en zonas de guerra y hambre.

Sobre los riesgos que ha corrido al captar con su cámara esos y otros momentos, ha reconocido que han existido pero que era necesario acercarse a veces a primera línea para mostrar lo que pasa, sin olvidarse de aspectos que la guerra deja atrás en familias y sociedad en general.

Las fotografías que se exponen “han sido creadas con mejor o peor fortuna; pero todas son fruto de la pasión y de un, muchas veces arduo, trabajo de búsqueda. En relación con lo que decía más atrás, he decidido incluir, no sin vacilaciones, algunas obras de hace bastantes años que, aunque técnicamente sean mucho menos maduras que las actuales, hablan de mis anhelos de entonces: el sentimiento de cercanía a los desheredados, a los nunca nombrados, a los hijos de las guerras. Esas fotografías pretenden dejar constancia de los que no han constado nunca. Lo que yo sea hoy es el resultado de las historias y las experiencias de vida que me forjaron ayer, y en las que no puedo sino reconocerme”, explica el propio autor.

Su pasión por la fotografía le llevó, en su momento, a aprender los principios del proceso analógico y de laboratorio. Del blanco y negro y los carretes forzados, de disparar el obturador no compulsivamente. Más tarde, y ya concluido ese aprendizaje, llegó al mundo de la fotografía de prensa, “tan denostada, que resulta ser respecto de la fotografía que llaman artística algo así como un hospitalillo de campaña respecto de las grandes policlínicas de la práctica y la investigación médicas”.

A día de hoy, intenta hacer de la fotografía su modo de vida, “paradójicamente cuando nadie quiere pagar por ello. Quizá por eso, aunque no solo por eso, decidí construir mi propia cámara y hacerme fotógrafo minutero. Es el resultado, también, de un anhelo acariciado siempre, pero no cumplido hasta ahora: el de hacer menos fotos, pero más reposadas, dejando que el pensamiento siga su curso y se maceren las ideas, y dedicándole a los fotografiados el tiempo que no les solemos dar y que, sin duda, merecen”.

“¿Qué criterio debe seguirse para hacer una selección de nuestro trabajo fotográfico que resulte representativa, rigurosa, variada, atractiva para el público, y todo ello sin traicionar al que somos ahora con los testimonios del que fuimos antes? No tengo una contestación que me convenza a mí; menos aún que aspire a convencer a otros. Si, pongamos por caso, diez expertos curadores, así los llaman ahora, realizaran individualmente dicha labor sobre una misma obra, probablemente la selección que hiciera cada uno de ellos diferiría mucho de las restantes, y, desde luego, de la del propio autor”, explica el propio autor.

A su juicio, “en los territorios del arte, no solo cuenta lo mirado; también la mirada. Si la prevalencia absoluta de lo mirado nos conduce a la asepsia objetivista, la de la mirada lo hace a la subjetividad extrema. La oscilación entre la una y la otra constituye el fundamento de la valoración de la obra; también la duda nunca definitivamente resuelta, la interrogación nunca concluyentemente contestada”.

Por eso, añade, “especial reflexión merece el hecho de que nos referimos a fotos que sitúo en el campo del fotoperiodismo, y algunas de ellas en el del documentalismo clásico. ¿Debe mostrarse solo lo que juzgamos imprescindible por su calidad, o aquellas imágenes que, aún sin ser las mejores, den una idea lo más global posible sobre el autor? Tampoco hay una respuesta unívoca”.

Porque “en las tareas de selección de la obra propia, conviene escuchar la opinión de personas con buen criterio gráfico, que conozcan tu personalidad y los cimientos de tu modo de trabajar, pero que no duden en deshinchar tu globo cuando entiendan que te has dejado llevar por el cariño basado en los recuerdos, en los sujetos fotografiados o en las circunstancias que se daban en la toma, y que hacen esas fotos importantes a nuestros ojos (pero solo a nuestros ojos) aún sin ser especialmente buenas. En este punto, es bueno desconfiar de los ojos empañados por la proximidad emocional, la admiración a un bello país o el recuerdo de personas entrañables”.