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Rumbo, torería y emotividad en La Empalizada

17 febrero, 2019 19:45

Lleno a reventar en la sala “Vértice” de La Martina, cuartel general de las buenas gentes de La Empalizada donde se ganan los corazones de los nobles taurinos que cada año visitan este santuario del buen yantar, del buen beber y del buen hablar.

Y emotiva resultó la última jornada en un intermedio donde afloraron los sentimientos con el homenaje a Roberto Olmedo “Fisi”, tristemente fallecido el pasado año. Ya lo dijo Lope de Vega: “No hay en el mundo palabras tan eficaces ni oradores tan elocuentes como las lágrimas”. Gema y su niño estuvieron bien arropados por su familia política y por las gentes de la asociación. Hasta de Tordesillas llegaron amigos como Gerardo Abril y Jesús L. Garañeda con sus respectivas. En fin.

Y en el estrado un quinteto digno de elogios bajo la batuta del prolífico Paco Cañamero, que está dando la vuelta a España con su “Tauromaquia de Castilla” bajo el brazo. Nada menos que la sabiduría de “Frascuelo”, la nobleza de Julián Maestro, la verdad ganadera de Juan Ignacio Sagarra (Raso de Portillo) y la esperanza capotera de “Suso”. Vaya paseíllo de lujo.

Y de todo ello tiene la culpa Raúl Redondo, secretario de La Empalizada que desde hace diez años viene “maquinando” para traer a la flor de la Tauromaquia a su querido Montemayor. Si “Fisi” era un puntal de la directiva, no hay que olvidar a María José, Javi y Diego. Deliciosas gentes.

Casi dos horas de charla y la gente sin moverse del asiento, como en las buenas tardes de toros: pegados a la piedra hasta que arrastran al último burel en tarde de triunfos clamorosos. Total que todos en volandas.

Y de figura estelar un Carlos Escolar “Frascuelo”, lleno de gracia y torería, que desveló el por qué lo de su apelativo torero. Un “Frascuelo” de la cosecha del 48 que aún espera que lo llame Simón Casas para ofrecer lo mejor de su repertorio en su plaza venteña. “Y si no me llama iré yo a buscarlo, porque me ofreció un sitio y aún no ha cumplido”, como declaró a Grana y Oro. Grande Carlos.

Y tras el “festejo” había que celebrar los sonoros triunfos de los actuantes. Nada mejor que atravesar dos puertas y situarse en el comedor de La Martina -lleno por aquello de la celebranza amorosa de San Valentín- pero con un Susi siempre sonriente ofreciendo los excelentes manjares de la casa.  Antes dimos una vuelta por el bar “La Torre” donde Oscar esperaba a los invitados para ofrecerles un vino de honor y los consabidos estuches con los deliciosos caldos de la zona. Este Raúl es único para los detalles…

Y bien entrada la madrugada partimos hacia Pucela gozosos, un año más, por compartir amistad con estas buenas gentes testarronas de La Empalizada, que ya preparan su fiesta de verano. No faltaremos.

Les ofrecemos un amplio álbum de fotografías obra de nuestra colaboradora gráfica Natalia Calvo.