Opinión

La maledicencia, la calumnia y el chisme

18 enero, 2020 13:24

El interés por los valores y las virtudes suele decaer en tiempos de bonanza económica y paz social. Pero reaparece cuando las situaciones no pueden solucionarse por el conocido laissez faire. El mundo de los valores y las virtudes está hoy amenazado por dos frentes el del relativismo y la asimetría.

El efecto del relativismo dominante es particularmente perverso, porque la consideración falaz de todas las opiniones como igualmente respetables y defendibles conduce a un panorama horizontal sobre el que nada destaca, ya que la asunción de verdades de todos en plano de igualdad priva de argumentos y conduce a no defender la propia. La asimetría en valores sería hacer verdad de la mentira. Los valores están fundados sobre certezas y por tanto son enemigos del relativismo, no obstante el mundo es muy complejo y a pesar de un fuerte componente de historicidad, nuestra sociedad es cambiante y dinámica. Las virtudes se predican de las personas de las que son una cualidad moral estimada y se consolida con la aplicación práctica de los valores.

En síntesis los valores importan al conjunto y las virtudes son una cualidad personal de individuo, siendo los instrumentos necesarios para la efectiva realización personal y ejemplo para la sociedad.

La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de seres humanos y sociedades poco evolucionadas.  La falta de ética es lo que hace que algunos se ocupen más de la vida de los demás que de la propia. Cada día se ve más que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos, y en pocas palabras se ha smart-socializado gracias a la tecnología. Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo jurando que no son chismosos.

Muchas veces el chisme es premeditado. Hay artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás y en hacer correr bulos contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra ajena. Los hay que chismean sin maldad aparente, sólo para sentirse importantes; otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular. La mayoría de estos mediocres inoperantes activos, narcisistas y psicópatas lo suelen hacer por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello unido a un gran complejo de inferioridad.

El rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante el infundio y la calumnia y si le añadimos que cada oyente, en el momento de contárselo a otro le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de las personas. Increíblemente muchas veces se usa el chisme contra personas consideradas amigas actuando con una hipocresía y perfidia incomprensibles.

La mayoría de los seres humanos son egoístas y se centran en sus propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo sí saben centrar la atención en los demás.

El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble. Si preguntamos a un chismoso de donde obtenido la información responderá: “lo escuché”, “me lo dijeron”, “lo comentó en una conversación”, “me lo contó un amigo”. En muchos casos la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar.

Los chismes son informaciones deformadas que tienen un ciclo similar a los rumores. Nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren. Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo. El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo. Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos dependiendo de la intención de quien lo genera.

La estructura del chisme lo conforman el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima de la que se habla en forma negativa y sin fundamentos. Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado. Se juega también a intentar cambiar la realidad. El chisme crea en cualquier grupo verdaderos campos de espionaje entre sus miembros, intensificando la inseguridad, haciendo perder la confianza entre los compañeros que se traicionan, se utilizan, compiten,  y se crean ambientes en los que parece que se camina entre cristales.

El que murmura hace daño a tres personas, a él mismo, al que escucha sin desmentirle y a la persona de quien se murmura. Si se tiene algo que reprochar a alguien, este debería ser el primero en escuchar el reproche, pero lamentablemente por la falta de sinceridad, el maledicente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después apenas despedido comenzar de una manera u otra a hablar mal de él.

La calumnia está considerada como un modo de difamación que destruye a la persona afectada, no sólo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas. Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda. La calumnia tiene su mejor cómplice en el piensa mal y hace tambalear hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira. Amistades solidas han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas. El veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.

Hasta principios del siglo XX, el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable. Cuando alguien ofendía el honor y la honra de un individuo, esta ofensa se lavaba con sangre generalmente en un duelo, en nuestro país con arma blanca. Matar de cerca no es lo mismo que matar de lejos al igual que difamar.

En nuestros días estos conceptos parece que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales.